Raffaello

Desde Urbino a la conquista del mundo.

Este año se celebra la muerte de Raffaello, ocurrida en Roma el 6 de abril 1520. Cuando tenía solo 37 años falleció él que es considerado el mayor pintor de todos los tiempos; y seguramente seguiría haciendo cosas increíbles, si la naturaleza le hubiera dado tiempo. En su tumba, que se encuentra en Roma, en el Pantheon, fue grabado este epitafio:

Aquí yace Raffaello: por él, mientras vivió, la naturaleza temió ser vencida, ahora que él se ha muerto teme morir.

Pietro Bembo

Seguramente el suyo fue un gran destino: durante toda su vida fue acompañado por una fama enorme y por supuesto no tuvo problemas financieros, como solía pasar entre los artistas. De su lado tuvo una gran suerte: nació en el lugar justo en el momento justo, y recibió en dono una mano delicada y un ánimo amable, personalidad y talento que lo hicieron un grande en muy poco tiempo. Un caso de éxito como pocos a la época. La desafortunada y misteriosa muerte, que se lo llevó demasiado temprano, no hizo nada más que fomentar el mito así que, hoy tembién, a más de quinientos años, es celebrado en todo el mundo.

Sin embargo, más allá del favor de la crítica, ¿os habéis preguntado nunca, ojalá mirando sus pinturas, porqué Raffaello es considerado un genio?

Como ya todos sabemos Raffaello nació en Urbino, cuando el destino de la ciudad había alcanzado su cumbre: el Duca Federico Da Montefeltro era un hombre muy culto y amante de las artes y había convocado en la corte de Urbino muchos grandes artistas y literatos, convertiéndola en uno de los centros culturales más importantes del centro Italia, después de Roma claramente.

La historia de los Montefeltro y de Urbino merece un cuento todo suyo, pero aquí es suficiente saber que Raffaello no solo pasó los primeros años de su vida en aquel importante centro cultural que era Urbino, sino que respiró en directo el aire de clasicidad de la corte de Federico en cuanto hijo del pintor del Duca.

El padre de Raffaello se llamaba Giovanni Santi y era pintor de corte. Su fama de pintor fue seguramente puesta en la sombra por la de su hijo, pero como primer inicio no fue nada mal para Raffaello: se dice que aprendió a dibujar aun antes que a hablar y dibujar le salía tan natural que le permitió concentrarse en otros aspectos de su pintura: empezaba seguramente con mucha ventaja respeto a sus colegas. Sin embargo eso todavía no es suficiente, y es solo el inicio.

Cuando era muy joven, Raffaello fue enviado “a bottega”, o sea a aprender el arte en Perugia, desde el Perugino, gracias a los contactos del padre. Este paso es decisivo, como Perugino era muy famoso. Además de ser un gran pintor era también un gran empresario: propietario al mismo tiempo de dos talleres, una en Perugia y una en Florencia fue, por un par de décadas, el pintor italiano más conocido e influyente de su tiempo, suficiente como para ser definido, por Agostino Chigi “el mejor maestro de Italia”. Perugino había estudiado junto a Botticelli y Leonardo da Vinci en el taller de Verrocchio. Claramente el padre de Raffaello había elegido lo mejor para su hijo, no solo el mayor pintor de Italia, sino también una puerta de entrada a Florencia.

Los primeros trabajos que Raffaello hizo enseñan una gran influencia de las clases de Perugino. Perugino trabaja también en la Capilla Sisxtina y por sus trabajos, junto a los de Botticelli y a los demás grandes del tiempo, se cumple un paso histórico por la pintura, desde la “maniera secca” a la “dolcezza ne’ colori unita”. Recordamos a este propósito que estamos en un momento histórico de paso, en los últimos años de la Edad Media, y el trabajo de estos artistas representó un paso fundamental hacia una pintura más cercana a la realidad. El crecimiento artístico de Raffaello se cumplió entonces a la sombra de Perugino, hasta que, en 1504 demuestra ya no ser un principiante, con una obra muy parecida a otra de su maestro, que es al mismo tiempo un omenaje y un reto. En este momento el alumno, que en cierto modo ha superado al maestro, se va a Florencia.

Como se observa, entre las dos obras hay algunas diferencias, que marcan el desplazamiento definitivo de Raffaello desde los modos de Perugino: en Raffaello es más sofisticada la relación entre las figuras y el espacio. La perspectiva no es un artificio, como parece en el trabajo de Perugino, sino una condición natural y entre los personajes y el entorno hay mayor continuidad. Si Perugino ententa alcanzar la naturalidad con fórmulas esquemáticas y repetibles, que a veces parecen “forzadas”, Raffaello la naturalidad la tiene en la sangre.

En 1504 Raffaello llega a Florencia, donde trabajaban al mismo tiempo Michelangelo y Leonardo, desafiándse con los dos grandes frescos, respectivamente para la Batalla de Cascina y la Batalla de Anghiari. Observando a los dos maestros Raffaello aprendió mucho: desde Michelangelo aprendió el uso del claroscuro y sobre todo el sentido de dinamismo de las figuras, además de un cromatismo vivo y rico, mientras que de Leonardo le fascinaron la profunda unidad entre figuras y espacio y la centralidad del dibujo en la construcción de grupos de figuras: muchos son de hechos los dibujos y los bucetos de Raffaello para estudiar sus figuras. En este período Raffaello recibe muchos trabajos privados, sobre todo retratos y tablas, con Vírgenes o sagradas familias. En estas obras cambiama siempre el tema, buscando agrupaciones y actitudes siempre nuevas, con mucha atención a la naturalidad, a la armonía, al color rico e intenso y a menudo al paisaje despejado de Umbria.

En 1508, gracias a la intercesión de Bramante, Raffaello fue llamado en Roma. Bramante, nacido en Fermignano, cerca de Urbino, trabajaba en Roma como primer arquitecto de Papa Julio II, que le había confiado los trabajos de San Pedro. Por eso era una figura muy importante en la corte papal y ésto permitió a Raffaello, en cuanto llegado a Roma, recibió tareas muy importantes. En particular los dos principales compradores de Raffaello en Roma fueron los Papas y Agostino Chigi, un banquero muy rico.

El primer trabajo que Julio II dio a Raffaello fue la decoración de las Estancias Vaticanas, que hoy son seguramente su obra más conocida y apreciada. En la Stanza della Segnatura, estudio y biblioteca privada del Papa decora la bóveda y cuatro grandes frescos en las paredes: El conflicto del Sacramento, La escuela de Atenas, el Parnaso y las virtudes, entre 1508 y 1511. El tema iconográfico es la celebración de la identidad entre verdadero (El conflicto del sacramento es lo verdadero revelado, la Escuela de Atenas lo verdadero racional), bueno (las virtudes) y bello (el Parnaso). Estas escenas esconden una gran cantidad de retratos de hombres ilustres del tiempo y un riquísimo tejido de significados simbólicos, símbolos esotéricos y referencias con las figuras representadas en la bóveda. En particular, el fresco de la Escuela de Atenas, tiene, en el fondo, una aruitectura probablemente inspirada al proyecto de Bramante para San Pedro. En los mismos años Michelangelo estaba trabajando a los frescos de la Capilla Sixtina, cuya premiera mitad fue revelada y enseñada a la comunidad en 1510; seguramente el choque de la visión de los frescos fue absorbida por Raffaello y puesta en los trabajos de las Stanze.

En 1511 Raffaello empieza a trabajar a los frescos de Villa Farnesina, residencia de Agostino Chigi, en la que pinta frescos de tema mitológico, sobre fondos de paisajes imaginarios, en un conjunto que resulta muy encantado y aireado, apto al clima relajado de una villa dicha “de delicias”. Se cuenta que en las cercanías de la villa, durante una pausa de los trabajos, Raffaello encontró y se enamoró de la que fue su última modelo, la Fornarina, y obtuvo el permiso de Chigi para encontrarla en la villa.

En estos años Raffaello es a la cumbre de su fama, los trabajos son tantos que no puede hacerlos todos solo: por esa razón crea un taller de colaboradores de alto nivel, que hacen la mayoría de las obras del artista, que se limita al papel de director, dando ideas y dibujos. Raffaello sigue trabajando para Julio II en la Stanza de Eliodoro, desde 1512 hasta 1514; durante los trabajos el Papa muere, y llega Papa León X, representante de la familia de los Medici. Con León X Raffaello tiene aun más ocasiones: el nuevo Papa, hijo de Lorenzo el Magnífico, hereda desde el padre la pasión por el arte y quiere que Roma se convierta en un grande centro artístico. Siempre acompañado por sus fieles colaboradores, Raffaello sigue haciendo muchas obras: tanto frescos como móviles, siguiendo absorbiendo tratos de los grandes artistas de todos los tiempos y fundiéndolos juntos en un estilo único. Son de este período la Virgen Sixtina, una tabla de altar que ya no es hierática, sino caracterizada por una solemnidad aireada y divina. Muchos retratos, como el de Papa León X, palas de altar, como la Santa Cecilia, o obras de devoción privada, como la Sagrada Familia o la Virgen de la silla. Raffaello es también arquitecto, realizando el proyecto para Villa Madama, en que se notan todavía los recuerdos de la corte de Urbino y los trabajos de Bramante. Su pasión por lo antiguo y lo clásico le valen la designación a suprentendente de las antiguedades romanas, recibiendo desde el Papa la tarea de custodia y grabación de mármoles antiguos. El proyecto más inmersivo y ambicioso en este sector fue el de elaborar una cartografía en planta y en levantado de la Roma imperial, que requirió un procedimiento sistemático de relieve y representación ortogonal.

Seguramente la dedicación en muchos trabajos cansó excesivamente el artista, que se enfermó de una misteriosa fiebre y murió a los poco días. Al rededor de él se reunieron todas las personas más cercanas a él y su solemne entierro fue seguido por toda la corte pontificia. Dejó muchos trabajos incumplidos que fueron expertamente completados por sus alumnos, a pesar del gran dolor por haber perdido tan pronto su maestro.

En sostancia, ¿cuál fue la genialidad de Raffaello? En su breve pero intensa existencia, supo absorbir enseñanzas, inovaciones y peculiaridad de todos los grandes artista del siglo, que tubo la suerte de conocer, ver y observar desde cerca. Todo fue fundido en sus trabajos, que une el dinamismo y la musculatura de los personajes de Michelangelo a la fusión de cuerpo y paisajes de Leonardo, con la clasicidad de las obras de la Roma imperial, siempre buscando una naturalidad y una espontaneidad de los gestos y de las expresiones que ningún artista logró alcanzar nunca más. Raffaello no copia, sino observa y aprende, une lo mejor de todo en un estilo que sigue siendo personal. Quien sabe cuanta otra maravilla dejaría a la humanidad se hubiera tenido la oportunidad. Hoy solo podemos imaginarlo y celebrar, después de 500 años, el fallecimiento de uno de los más grandes artistas de todos lo tiempos, que lleva el nombre de Italia y de las Marche a todo el mundo.

Raffaello (completada por Giulio Romano), Transfiguración.

En este artículo habíamos hablado de las iniciativas realizadas en todo el mundo para las celebraciones de su muerte. Desafortunadamente muchas fueron aplazadas, pero entretanto, si queréis saber más, en el sito de las Scuderie del Quirinale, han sido puestos a disposición muchos videos sobre el argumento.

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