El sol caliente de julio que inunda las colinas de las Marcas no proporciona solo un espectáculo único de colores, sino que es también el protagonista de un evento astronómico que se produce cada año el 19 del mes. Entre los caminos trortuosos que conducen hacia el Apenino en el municipio de Apiro surge una joya arquitectónica gótico-románica que se remonta al año mil, la abadía de San’Urbano. Citada por primera vez en un pergamino de 1033, es una de las abadías más antiguas e importantes de la región.
En la Edad Media era muy común que las iglesias fueron orientadas hacia el Este, en la dirección de Jerusalem. Muy a menudo éstas guardaban también elementos liados al contexto astronómico o matemático, para contribuir, a través de imágenes simbólicas, a exaltar la santidad del lugar. La abadía de Sant’Urbano reune ambas estas características ya que, sobre el ábside que guarda hacia la ciudad santa, hay un hoyo circular desde el que, en dos días del año, entra un rayo de luz que cruza toda la construcción y va a impactar un círculo tallada sobre una columna de la nave lateral izquierda. El 19 de julio es una de las dos fechas en las que pasa este fenómeno, la otra es el 25 de mayo, el día de Sant’Urbano y en ambos días el fenómeno pasa desde las 7.15 hasta las 7.40 de la mañana. El mismo acontecimiento tiene lugar también en la cripta, donde el sol que entra de la monófora central va a posarse sobre el círculo que está a la base de una de las columnas.
La forma circular tiene entonces una centralidad fundamental, porque conectado a la Santísima Eucaristía y entonces a la santidad del cuerpo de Cristo. A realizar esta construcción arquitectónica y astronómica contribuyó de hecho un monje arquitecto, que profundizó el estudio de lo que a le época era considerado un precepto científico irrefutable, o sea el movimiento del sol al rededor de l Tierra, que hoy, gracias a la revolución copernicana, sabemos ser solo aparente. El fenómeno es muy sugestivo tanto porque es impregnado de simbolismo, como por la atmósfera ancestral que se respira al interior de un lugar que parece pertenecer todavía a un pasado lejano y casi desenfocado.
La abadía pertenece hoy al municipio de Apiro y fue restaurada en 1992. Desde 2017 la empresa Loccioni dio su contributo a la valorización de la zona que rodea la abadía, gracias a proyectos que tienen como objetivo la cultivación de las tierras cercanas ententando envolver a los jóvenes. La acogida a la abadía es gestionada por algunas estudiantes de la Universidad de Macerata, que se encargaron del centro informaciones y que, la mañana del 19 de julio, aliviaron los presentes con un sabroso desayuno, ya que el evento tenía lugar muy temprano. Además, el conjunto cuenta también con un restaurante y una posada con algunas camas y una piscina que permite relajarse frente a una visual impresionante: no solo destacan el Monte San Vicino y los relieves cerca de ésto, sino también el amarillo llamativo de los girasoles y aquello único del trigo batido.
Disponiendo de la entera mañana, es posible dirigirse hacia la pequeña aldea de Castelletta, que pertenece en vez al municipio de Fabriano. Acomodado entre las montañas del Apenino, el pueblo cuenta más o menos cincuenta habitantes, pero en verano muchos ciudadanos que viven fuera vuelven buscando refrigerio. Desde Castelletta salen también diferentes senderos de montaña, en particular en poco más de media hora se llega fácilmente a la cruz del Monte Revellone, a 841 metros.
El pequeño pueblo existía ya en época romana, pero es típicamente medieval, caracterizado por una maraña de callejuelas y con una sola plaza principal donde surge la iglesia, Santa María sobre Minerva. En el centro de la pequeña plaza se encuentra también un bar, punto de encuentro para muchos ciclistas que llegan al pueblo a menudo después de un largo pedaleo. La tradicción ciclística del pueblo es muy liada a la figura de Michele Scarponi, que nació en Filottrano, ganó la Tirreno-Adriatico en 2009 y que solía recorrer la subida de Castelletta. Scarponi desapareció trágicamente en 2017, atropellado por una camioneta, pero su presencia sigue muy fuerte en estos lugares. Siguiendo sobre Castelletta, algunas escritas en el asfalto subrayan su relación con esta zona y todo culmina en el momumento dedicado a él, compuesto por un águila que se posa sobre una lápida. “El águila de Filottrano” era de hecho el apodo del famoso ciclista, debido a sus grandes habilidades como escalador.
Aquí debajo una pequeña gallery con las fotos más bonitas de estos lugares únicos, ¡hasta pronto con nuevos cuentos desde las Marcas!